me puse a pensar por qué me atraen tanto los lugares llenos de árboles, de viento, de insectos que nadie ve y creo que es porque ahí todo respira. no solo los árboles, no solo las hojas que tiemblan aunque no haya brisa; respira la tierra, respira el silencio, respiran los recuerdos. hay vida, sí, pero también hay una forma de la memoria que no duele y una forma de estar en el mundo que no exige nada. en medio de la hierba y de las ramas, es como si el caos se rindiera por fin y uno pudiera simplemente estar. esto ya lo viví en otra parte, estos lugares me duelen bonito porque me recuerdan algo que fue mío.
a mi campo le escribo un poema: te extraño
hoy es domingo, la casa está limpia, la cama tendida. el desayuno sabe a hogar, hay sol, pero no quema y el silencio tiene cuerpo, como si pudiera tocarse, como si se sentara a la mesa conmigo. ojalá todos los días fueran así: tranquilos, lentos, frescos y llenos de algo que no sé nombrar pero que se siente como estar a salvo.
gracias, dios.